miércoles, 3 de abril de 2013

El regreso de la frenología



La distopía que nos anunció Aldous Huxley en su novela “Un mundo feliz” está en marcha. El Presidente norteamericano, Barack Obama piensa invertir en los próximos diez años al menos cien millones de dólares en mapear el cerebro humano y sus funciones. Desde hace tiempo se veía venir la intención de explorar con las nuevas tecnologías que lo permiten, las características  del órgano que nos hace realmente, más que ningún otro, alcanzar la condición de seres humanos.

Pero, ¿resistirán la tentación los poderosos de clasificar a los seres humanos según los resultados obtenidos? Creo que no, que tratarán de categorizar e indexar  a los seres humanos en función de sus necesidades y propósitos. Sin embargo, es interesante que se estudie la relación entre lo mental (la esencia del ser humano) y lo cerebral (el sustrato material de la mente). 

Algo similar a lo que pretende hacerse en los Estados Unidos, se hizo en España por medio del extenuante trabajo de nuestro premio nóbel, Santiago Ramón y Cajal, que compartió galardón en 1906 con Camilo Golgi, autor de la tinción que permitió estudiar por primera vez las neuronas y las sinapsis que las relacionan. Con un microscopio convencional, recursos limitados y mucha paciencia, don Santiago elaboró “la doctrina de la neurona” que permitió comprender el funcionamiento del tejido nervioso y su relación con los demás tejidos del organismo humano, de forma pionera.

Tampoco es la primera vez que se intenta esta aventura de descubrir la relación mente-cuerpo;  conocidos fueron los experimentos de Franz Joseph Gall y la frenología en el siglo XIX, que trataron de asignar determinadas actividades del ser humano a determinadas zonas del cerebro, estableciendo que el cerebro era el órgano de la mente. De la frenología se derivaron otras “ciencias” como la craneometría (conocer las características de la personalidad por el tamaño del cráneo o el peso del cerebro) y la fisiognomía (deducir características humanas por los rasgos faciales). Sin embargo todas estas aventuras terminaron en el armario de las desventuras, junto con otros proyectos similares.

Es posible que los nuevos recursos tecnológicos permiten alcanzar conocimientos que hace pocos años eran imposibles. Tanto a nivel de recursos de observación, con las técnicas de resonancia magnética, las tomografías axiales computerizadas, los estudios dinámicos y vasculares relacionados con actividades cerebrales, unidos al procesamiento de todos los datos a velocidades impresionantes, nos pueden ofrecer un acervo de resultados que pueden ser muy interesantes.

No obstante, el problema de la relación completa y compleja entre la mente y el cerebro todavía dista demasiado de su conclusión, porque la pretensión reduccionista de atrapar a la mente en su jaula orgánica no es más que una ambición irresoluble que, si podrá concedernos mucha información nueva sobre muchas condiciones y circunstancias implicadas en nuestra forma de pensar, sentir y hacer, de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás; pero la complejidad del proyecto es tan extraordinariamente descomunal que posiblemente nunca concluya.

Los investigadores pueden obtener numerosos resultados, pero los resultados no ofrecen el criterio para comprender su importancia o entender su finalidad. Se podrá llegar a conocer sin duda en que parte del cerebro surgen las reacciones o se desarrollan los procesos implicados en ellas, incluso que las provoca y como se manifiestan externamente, o que percepción interna producen,  pero hay algo que será prácticamente imposible resolver  por muchos estudios que se realicen: la diversidad de reacciones ante los mismos estímulos

Ante determinados estímulos unos seres humanos ofrecerán una respuesta y otros responderán de forma diferente, posiblemente utilizando distintas áreas y funciones de su cerebro, porque la diversidad de aprendizajes y la exposición a experiencias alternativas les hará reaccionar de forma distinta. Si bien todos los cerebros pueden ser similares en el nacimiento, a medida que van incorporando experiencias van transformándose. Es fácil de comprender, cuando a un ciudadano cualquier capital europea le preocupa más que le atropelle un coche al cruzar la calle que arremeta contra él un rinoceronte, algo que sería inverso si el ciudadano viviera en una selva africana donde hay rinocerontes y sin embargo no hay coches.

Estos experimentos que comienzan con fuerza en la segunda década del siglo XXI, que se proponen entender la relación entre la mente y el cuerpo,  parecen recordar aquella anécdota de un personaje de un lugar remoto que ante un programa de televisión la emprendió a golpes con el aparato para liberar a los personajes que estaban dentro, aunque lo único que logró fue quedarse sin televisor y no volver a ver nunca a los diminutos seres encarcelados en aquell cárcel con una ventan.

Nunca sabremos por que Don Quijote veía gigantes donde Sancho Panza veía molinos, cuando los dos miraban lo mismo. El cerebro nos podrá conceder información sobre la realidad material en los seres humanos de forma ecuánime y homogénea, desde una perspectiva nomotética; sin embargo, cuando se introducen cuestiones simbólicas cada cerebro es completamente diferente a los demás, tan diferente como el genoma, por eso será difícil que dos cerebros reaccionen da la misma forma ante determinados estímulos. Nunca reaccionará de la misma forma ante una sinfonía de Bethoven el cerebro de un compositor o un melómano que el de un profano que detesta la música clásica.

Enrique Suárez Retuerta

domingo, 31 de marzo de 2013

Los hechos oníricos


La nave de los locos - El Bosco

A los que sueñan despiertos.

“Cuando nuestra atención está enfocada hacia la profundidad de nuestro interior, en el contexto de la totalidad de nuestra vida, entonces logramos que los recursos para un conocimiento profundo de nuestra existencia se hagan accesibles” Ira Progoff

El abordaje del mundo onírico ha sido motivo de curiosidad para los seres humanos desde remotos tiempos. Los sueños y todo aquello que les rodea,  siempre han creado una distorsión simbólica en las circunstancias materiales en las que vivimos. Por sueños y auspicios se han hecho guerras y se han cometido crímenes, se han construido catedrales y se han destruido palacios y fortalezas. También se han creado dioses, se han  alzado santos a los altares, se han derrocado reyes y se han hecho revoluciones.

Goya, nos legó en Los Caprichos que los sueños de la razón producen monstruos y Calderón de la Barca nos dijo que la vida es sueño. El Somni,  sirvió a Bernat Metge para hacerse preguntas sobre la existencia, ante el rey Juan I. En El Sueño de una Noche de Verano, William Shakespeare entreveró fantasía y realidad en el atanor de su ingenio, para legarnos un mundo ampliado, tal vez virtual. De  Los Sueños nos habló Quevedo, pero también Jacob y Freud, ambos hebreos. Jesucristo, Mahoma, Buda, Vishnu y Zoroastro también soñaron, de sus sueños se forjaron creencias. Gandhi soñó con una India libre y Mao Tse Tung con una China ordenada, Martin Luther King con una américa tolerante y equitativa. A Jefferson le gustaban más los sueños del futuro que la historia del pasado. Julio Cesar y Alejandro Magno soñaron con un imperio. Julio Verne soñó con un viaje a la luna y otros, lo hicieron posible. Pero posiblemente también han soñado La Bella Durmiente y Peter Pan, así como todos aquellos que han deseado soñar más allá de la realidad que les concierne, más allá del tiempo que les atrapa. Borges nos dijo que los sueños eran la forma estética más antigua, pero sin duda, también la más provechosa.

Los hechos oníricos, son precisamente esos sueños que se fueron haciendo realidad a lo largo de la historia humana, pero también los que no se lograron, los que se quedaron en el camino, los que se perdieron y los que se olvidaron. Soñar es una forma de ampliar la vida más allá de los muros de lo cotidiano, se podría decir que es una “desconexión” de los hechos, para vivir otras circunstancias no ceñidas a las leyes del espacio-tiempo y del sentido común. Los hechos oníricos no necesitan ser reales, materiales, objetivos. Son hechos por su existencia misma, no por su presencia física, material o pública. Los sueños son hechos íntimos que no necesariamente han de ser compartidos.

Gaston Bachelard, nos habló del derecho a soñar como la última frontera del ser humano, nos dijo que la tarea de los poetas es desanclar en nosotros una materia que quiere soñar. Fernando Pessoa nos dijo que el poeta era un soñador, que sueña tan completamente, que hasta sueña que es dolor, el dolor que en verdad siente. Ninón de Lenclos, nos advirtió de que cuando nuestros sueños se han cumplido es cuando comprendemos la riqueza de nuestra imaginación y la pobreza de la realidad. Alfred Adler nos dijo que en el sueño se revela en forma simbólica el problema vital de un individuo.

No sé si la vida es sueño, pero estoy seguro de que los sueños son vida, vida interna, de deseos e ilusiones, de miedos y esperanzas, de riesgos y silencios. Pasiones no alcanzadas, razones no encontradas. Sensaciones que construyen otra forma de inteligencia de lo que somos y hacemos, pero también de lo que no somos ni hacemos. Los sueños son la sombra de nuestra conciencia deformada por la iluminación de la realidad como una silueta de lo imposible, pero también de lo posible.

Sin sueños no habría paraísos, ni cielos, ni infiernos, ni quimeras, ni utopías. La vida sería gris, metálica, ortodoxa, mediocre, cenicienta, no sería vida, sería otra cosa. Los sueños son el combustible de la plenitud vital en la caldera de la existencia. El antídoto de los temores, la puerta de la fantasía, el recuerdo del futuro y la nostalgia del pasado, lo que no es, siendo. Soñar es hacerse y deshacerse para ser o no ser. 

Si respiras y te alimentas para seguir existiendo, nunca te olvides de soñar para que tu existencia pueda ser realmente una vida plena y tú, un ser humano complejo y completo. No permitas que nadie sueñe por ti. Sé libre, atrévete a soñar, sé humano, lucha por tus sueños. Tus sueños te harán lo que realmente eres, porque tus sueños, al igual que tus genes, te distinguen de los demás seres humanos concediéndote una identidad propia y diferente a todas las demás identidades, ofreciéndote una renovación del auténtico significado que contiene la vida, a medida que esta se va consumiendo con los años.

Enrique Suárez Retuerta