jueves, 20 de diciembre de 2007

Giovanni Papini: "La muerte de la isla"

El cataclismo más apocalíptico al que he podido asistir durante mi larga navegación solitaria fue la destrucción de la isla Desdichada, situada al sur de la Tierra del Fuego. Esta isla, de siniestro aspecto, estaba deshabitada porque en ella se elevaban siete volcanes de diversa altura que estaban casi siempre en erupción. Solo algunos arbustos medio quemados lograban entre una y otra corriente de lava. Hasta las mismas aves marinas, aunque estuvieran cansadas en sus vuelos hacia la Antártida, no se posaban jamás sobre aquellas abruptas alturas, sobre aquellos cráteres cenicientos y candentes. Cuando por espacio de alguna semana reposaban los volcanes y en vez de llamas y piedras sus bocas lanzaban solamente humaredas, la isla era sacudida y agitada por terremotos que abrían abismos en las laderas de los montes y hacían desaparecer en las aguas tumultuosas trozos enteros de costa rocosa. Parecía que la isla, con el fuego de los volcanes y las convulsiones de los terremotos, quisiese aniquilarse, desaparecer de la faz del Océano. Todos los elementos, el azote impetuoso del viento, el fuego de las pétreas entrañas, el furor obstinado del mar, la amenazaban, la flagelaban, la corroían, como si aquella isla maldita estuviera condenada a la catástrofe. Parecía, a veces, que los enemigos de la isla estuvieran guerreando entre sí. La furia de las olas sumergía la cima de las escolleras, pero los volcanes más cercanos al agua vomitaban entonces ríos de lava que bajaban hasta el mar, como si quisieran reparar y recubrir las ruinas recientes.Las lluvias, diluviales y furibundas, lograban apagar por un día las erupciones de algunos volcanes, llegando a transformar su cráter en un lago hirviente y fangoso; pero luego algún turbión huracanado procedente del Norte hacía huir a las nubes, desecaba los cráteres y concedía el triunfo a las erupciones. ¡Quién sabe desde cuándo la isla Desdichada era teatro de las contiendas entre los titanes de la Naturaleza! Y, sin embargo, aunque batida, resquebrajada, asolada y herida, la isla seguía allí con sus blancos penachos, sus infernales embudos, sus hendiduras escarpadas, sus valles desiertos y grises, sus escollos descoyuntados y percutidos.

Pero un día el viejo e irascible Océano perdió la paciencia y quiso que la tragedia acabase. Hasta entonces se había ensañado contra la isla con furiosas marejadas, huracanes arrolladores, ciclones devastadores; pero ella, impertérrita siempre, respondía con las salvas de sus volcanes. Llegado el momento, el Océano reunió todas sus fuerzas y desencadenó su gran tempestad. Todas las que la habían precedido no habían sido más que frágiles y breves cóleras, capaces, todo lo más, de arratrar salientes y despojos. Llegó del mar, aquel día, un viento tan potente y vertiginoso, que consiguió desmochar las montañas y triturar las escolleras como si fueran dunas de arena. No hubo torrentes de lluvia, ni truenos, ni relámpagos. Desde lejos no se oía otra cosa que el horrendo silbido del viento y el mugido ensordecedor del Océano enfurecido. Tres días y tres noches duró la gran tempestad. El mar alzaba sin descanso muros altos y verdes, coronados por espumas delirantes, y poco a poco inundó los valles, derrocó las montañas, dispersó los escollos, apagó y ahogó los cráteres, todo lo cubrió y sumergió bajo la furia y la baba de las olas fugitivas y resonantes. Cuando terminó la gran tempestad no quedó de la isla Desdichada más que algún remolino humeante y la imagen de un castigo final.

(G.Papini, de El libro negro)

lunes, 22 de octubre de 2007

Consideraciones sobre el amor en el siglo XXI


El concepto que se reconoce como amor, y especialmente el que se refiere a la constitución de las relaciones de pareja más estables, debería redefinirse, porque en los términos actuales es una caja de ilusiones y utopías, que acaba resultando perniciosa.

Es un término contaminante y contaminado, pero también obsoleto y equívoco. No es cierto que el amor soporte nuestra civilización tardocristiana, más bien al contrario, impide que el ser humano se desarrolle en plenitud.

Vivimos una idealización del amor, que incluye determinados elementos erróneos y perjudiciales. En las culturas de origen cristiano como la nuestra, el amor es sinónimo de sufrimiento, sacrificio, subordinación, e incluso de muerte. Cristo muere para salvarnos por amor. Esto es un mito ancestral, fruto de la propaganda ecuménica, que busca la servidumbre a la bondad, para que los mismos de siempre sigan detentando el poder.

En otro escrito anterior consideré que el único amor en el que creo es el que se tiene por los hijos, y como diría Dawkins, por los propios genes, por eso no se ha extinguido la especie; ese es el auténtico amor primigenio.

El mal denominado amor relativo a la relación de pareja, trata de incluir muchas cosas en su seno, para tratar de convertirlo en un comodín mágico; nuestras mentes están condicionadas culturalmente para considerar que debe ser el motivo fundamental de nuestras vidas, y sin embargo, es posiblemente la causa preliminar de numerosos desasosiegos y dificultades en las relaciones de pareja.

Apelando al amor, “por amor”, se han cometido tremendas atrocidades, y ha habido más seres que se han sentido desgraciados que por ninguna otra escenificación humana, incluida la guerra.

El amor es una entelequia, un destino al que todos quieren dirigirse para sentirse salvados. ¿salvados de qué?, ¿de sí mismos?. El amor es una construcción humana, que actualmente está en ruinas, al menos en los términos en que se encuentra planteado en nuestra civilización. Otra cosa ocurre en otras culturas menos contaminadas de religión e intereses comerciales, como las orientales, donde el amor no adquiere nunca la condición de sacrificio, sino de privilegio.

La creencia en el amor es una motivación absurda para continuar adelante, de forma irracional; ocurre lo mismo con el sexo, que se ha considerado íntimo, natural, mágico, privado, para distanciarlo del entendimiento, de la comunicación, del aprendizaje; para que sea un camino de incomprensiones antes de que pueda ser una ocasión de encuentro y satisfacción mutua, posiblemente porque la gente que duda de sí misma es más dócil, y sobre nada en este mundo hay tanta desinformación e intoxicación como sobre todo lo que tiene que ver con el sexo.

Sentir amor no nos hace felices, más bien estúpidos, la idea del amor si nos puede hacer felices, al igual que podemos ser dichosos en nuestras fantasías; lo contrario ocurre con el sexo, la idea del sexo no nos hace felices, sin embargo la práctica sexual si nos hace sentirnos bien, sobretodo si se resuelve la ansiedad de ejecución.

Lo explicaré sucintamente, es la falta de amor la que nos hace desgraciados, la idea de la carencia, de que no existe lo que debiera existir cuando por ejemplo miramos a nuestra pareja o a nuestros hijos, y no sentimos lo que DEBEMOS sentir según unos determinados ideales preconcebidos por otros, y absolutamente incrustados en nuestra cultura, y en nuestra mente.

Debemos atrevernos a erradicar el concepto actual del amor de nuestras vidas, para poder sentir de verdad; si acaso nuestra idea convencional sobre el amor sufriera una metamorfosis, podría existir en un ámbito de libertad, pero curiosamente sólo ha existido y existe en un recinto propicio a la represión, que es en último término su negación, su renuncia. Sufrimiento y renuncia, son dos pilares fundamentales del concepto de amor que entendemos en la cultura occidental.

Debemos ser lo suficientemente sinceros con nosotros mismos y los demás para reconocer que no estamos a la altura de lo que el concepto vigente del amor, sobrealzado por miles de historias románticas, falacias fantásticas, y sueños imposibles, exige de nosotros. Debemos dejar de engañarnos, la gente que hace proselitismo ingenuo del amor no es más buena, ni más santa, en mi opinión, lo que tienen es más miedo de sí mismos, y de sus pasiones.

La realidad es palmaria, si no se producirían menos separaciones y estas serían menos dolorosas; la gente no sufre al separarse por dejar el amor atrás, sufre por que se siente defraudado, engañado, por los hijos que se quedan con el otro, por los bienes que se usurpan, por la miseria y la mezquindad a la que se asiste en la ruptura. Es la conciencia del engaño en la mitología del amor lo que ocasiona sufrimiento.

El amor es un arma muy peligrosa sobre la que no se recibe instrucción, y de ahí precisamente surgen muchos de los problemas que existen entre los seres humanos.

Sigo pensando al final de este artículo como al principio, y lo repito, con la excepción del amor de padres a hijos (que no de hijos a padres), todo lo que se dice sobre el amor, es un cuento impresionante, un cuento maravilloso que nos convierte en niños, para poder acceder a un pensamiento mágico que distorsiona nuestra percepción y criterio sobre la vida.

Debemos ser capaces de reconocer nuestra humanidad sin apelar al amor para encubrir nuestras miserias y represiones, y descubriremos que a Eros se le ha caído al fin la venda que le tapaba los ojos y que le impedía ver completamente la realidad sin represión.

No es malo sentir pasiones, aunque no vayan teñidas de amor, al contrario, es bueno, porque es precisamente una experiencia humana. Y por supuesto, ya sé que es más difícil crear que creer, pero en la creación y no en el sometimiento a la creencia, se demuestra la auténtica talla de los seres humanos.

Estamos obligados a crear una cultura afectiva que prescinda del amor, si realmente queremos que los seres humanos puedan entenderse sin dificultades sobrevenidas.

Erasmo

sábado, 20 de octubre de 2007

Chi ricorda Eranos?


A petición de un lector de nuestro blog, dejo aquí algo sobre lo que Eranos significó en aquellos tiempos de estridencia y mezquindad en Europa, al borde de la segunda Guerra Mundial, había lugares mágicos, donde la prudencia de los días invitaba a la reflexión, la comunicación abierta y la búsqueda de un nuevo horizonte. El artículo es el original en en italiano.

Chi ricorda Eranos, il suo senso, il suo segreto, lo spirito che ha animato per anni, dal 1939, quegli incontri nella villetta di Olga Froebe ad Ascona, sulla riva del lago Maggiore? Carl Gustav Jung, Karl Kerényi, Martin Buber, Herich Neumann, Henri-Charles Puech, Henry Corbin, Mircea Eliade, Walter Otto, Giuseppe Tucci, Louis Massignon, Gilbert Durand, furono solo alcuni tra gli ospiti più fedeli che fecero di quel luogo la fucina della cultura europea del `900.

Approdare ad Ascona per i seminari di "Eranos", accogliendo l'invito di Hélène Erba Tissot, della scuola di psicologia analitica junghiana italiana, è stata per il nostro gruppo di psicoanalisti junghiani un'esperienza fondante che ci ha iniziato ad un nuovo cammino: un pellegrinaggio e un'avventura spirituale che ha segnato un punto di svolta. Grazie ad Hélène Tissot abbiamo conosciuto Marie Amélie de Robilant, Gilbert Durand, Jean Servier, Jean Brun, James Hillman.
Masoprattutto siamo entrati in contatto con lo spirito di Eranos, il suo senso e il suo segreto: l'idea di una comunità vera di oratori e di ascoltatori che si riunivano per consumare un cibo sacro (il nome Eranos viene dal greco eranos, il pasto frugale in cui ognuno porta con sé il proprio cibo da consumare ritualmente nella comunità). Uno stesso proposito animava ciascuno dei conferenzieri appartenenti a diverse discipline: «esporre ciò che gli pareva essenziale per l'uomo
alla ricerca della conoscenza di sé stesso, cioè alla ricerca della piena valorizzazione di tutte le esperienze umane che hanno un significato permanente ed eterno.» (H. Corbin).

C'era un clima di libertà spirituale assoluta. Senza alcuna preoccupazione di essere al passo con il suo tempo, Eranos si proponeva ben altro fine: quello di essere se stessa, esplicitando e ompiendo il proprio senso, di essere una presenza attiva, che mette al presente ciò che la concerne «e quindi perciò è il suo tempo, senza cadere nel suo tempo». Non c'era alcuna ricerca, da parte degli studiosi, del nuovo o dell'originale connotato individualisticamente,
ma soltanto il bisogno di spezzare i confini particolari delle proprie discipline, allargare coraggiosamente il proprio orizzonte.

Gli incontri più fecondi erano certamente tra psicologi del profondo, orientalisti, antropologi, studiosi delle religioni, i quali entravano in un dialogo continuo con i rappresentanti delle scienze
fisiche. Eranos aveva la forza trasformante di un rito. Quell'atmosfera culturale di raccoglimento e di vera creatività era favorita dal genius loci che proteggeva quel luogo, una villetta sulle sponde del Lago Maggiore, immersa nel verde, con alle spalle i monti.

Tuttavia un'epoca stava finendo. Molti di coloro che dal 1939 erano stati gli assidui protagonisti di quel dialogo e ne erano stati il nucleo inspiratore non c'erano più. Ma i semi gettati avevano solo bisogno di tempo per venire alla luce.

Gli incontri di Ascona hanno fatto nascere forti legami di amicizia. Dobbiamo soprattutto a Marie Amélie de Robilant, allieva di Corbin, studiosa di religioni orientali, l'incoraggiamento a continuare ad incontrarci per studiare in un cenacolo con pochi amici, in Svizzera, nella sua casa di Bougy St. Martin, sul lago di Ginevra.

Nel 1981 in Italia il nostro sodalizio ha dato origine all'associazione "Mythos" Istituto di Psicologia analitica e Psicoantropologia simbolica, con sedi a Roma, a Bracciano sulle rive del lago omonimo, e a Formia sulle rive del mar Tirreno.

Il nostro primo scopo era far sì che il messaggio di Eranos continuasse ad essere vivo: che si continuassero a promuovere e incoraggiare gli incontri e il dialogo tra i rappresentanti delle
varie discipline che si rivolgono allo spirito e alla mente umana.

Che proprio degli psicoanalisti junghiani si facciano promotori di questi incontri e confronti tra le varie discipline può essere spiegato dal fatto che la psicologia analitica e la psicoantropologia
simbolica rappresentano ai nostri giorni un tentativo propriamente transdisciplnare di un processo di sintesi che, riprendendo il messaggio delle più antiche tradizioni sapienziali, si muove nella direzione (nell'utopia) della ricomposizione dell'originaria unità del sapere.

Come ci insegna Platone, nei miti si celano i fenomeni originari della vita spirituale e le più profonde conoscenze tradizionali, per questo abbiamo dato alla nostra associazione il nome "Mythos" nel suo significato originario di "parola fondante" che è ad un tempo "essere" e "progetto".

Il nostro approccio conoscitivo è transdisciplinare. Il postulato della transdisciplinarità è che esista, oltre i confini delle singole discipline, uno spazio riempito da un flusso di informazioni che
attraversa tutte le discipline, si nutre di esse e le supera. Si tratta di un luogo senza luogo, uno spazio di apertura, di libertà, di comprensione, di tolleranza, non solo per esigenza morale, ma per necessità epistemologica in quanto la transdisciplinarità si fonda sull'idea dell'irriducibilità del non conosciuto.

La transdisciplinarità, come ebbe a dire Basarab Nicolescu al Congresso: "Scienze e Tradizione: prospettive transdisciplinari" (UNESCO, 2-6 Dicembre 1991), appartiene alla no man's land che si situa tra le differenti discipline senza essere definita dai metodi e dalle metodologie di queste differenti discipline.

Va dunque oltre la metodologia interdisciplinare che, pur evidenziando le relazioni e le reciprocità di ricerche portate avanti da discipline particolari, si muove restando comunque sempre all'interno delle singole sfere di conoscenza.

Essa cerca di ricomporre la scissione multisecolare all'interno del sapere, mira alla riconciliazione tra soggetto ed oggetto, tra l'uomo esteriore e l'uomo interiore, rappresenta un tentativo di
ricomposizione dei differenti frammenti della conoscenza.

La transdisciplinarità è dunque la conseguenza necessaria dell'interezza dell'essere umano, ed è questo in realtà il vero fine della conoscenza.

L'Istituto "Mythos" svolge le sue ricerche nell'ambito della psicologia analitica e della antropologia simbolica sulla linea del nuovo spirito antropologico ed epistemologico di cui danno
testimonianza (tra gli altri) il pensiero e l'opera di C. G. Jung, H. Corbin, A. Coomaraswamy, M. Eliade, G. Bachelard, G. Durand, J. Ries.

Il particolare interesse della psicologia analitica di Carl Gustav Jung per la ricerca sul simbolo ci ha spinti a guardare a Gilbert Durand fondatore in Francia nel 1968 di un "Centro Interuniversitario di Ricerca sull'Immaginario e il Simbolo" e a proseguire le nostre
ricerche in collaborazione con il C.R.I. (Centres de Recherches sur l'Imaginaire) che coordina presso l'Università di Perpignan (Francia) tutti i Centri di Ricerche dell'Immaginario del mondo.

L'esigenza di uno spazio di incontro, al di là di ogni accademismo e dogmatismo, fuori da ogni definizione e da vincoli burocratici, ma in cui emergano affinità, relazioni, tendenze, in un concorso che prenda significato, ha portato all'idea di creare la rivista di psicoantropologia simbolica e tradizioni religiose «átopon».

Atopon è "luogo di ciò che è senza luogo", eppure è sempre presente ad orientarci e a guidarci:

"è il simbolo? Molti sono i suoi nomi".

Maria Pia Rosati

jueves, 18 de octubre de 2007

La torre de Babel


Dur Kurigalzu

La evolución también ha alcanzado la comunicación humana. El acto de comunicarse, cada día resulta más fácil gracias a los avances técnicos, sin embargo, el proceso de comunicarse cada día resulta más complejo, por un problema básico del lenguaje, que solo permite transferir conocimientos, pero tiene enormes dificultades para transmitir las emociones.

Hoy, está suficientemente aclarado que la biología no define lo esencial de nuestra especie; desde que Darwin erradicó la mano de Dios de la evolución humana, nos hemos hecho cada día más dueños de nuestra existencia, aunque no seamos demasiado responsables con muchas de las pautas por las que discurren nuestras vidas.

Somos seres culturales, que disponemos de la capacidad de comunicarnos, lo que posiblemente ha contribuido más que ninguna otra cualidad humana a la transformación del mundo que habitamos. El mundo que vemos es la construcción última de otros muchos en ruinas.

Foucault, entre otros autores reconocidos, explicó la futilidad de las convenciones lingüísticas para comprender o explicar las cosas de la vida y el mundo. Mac Luhan nos dijo que el medio era el mensaje en esta aldea global. Chomsky descubrió los conceptos de la gramática generativa y se ocupa desde hace años en desentrañar la usurpación del lenguaje por la propaganda.

El lenguaje es relativo a la cultura, eso se conoce bien desde la antropología. ¿Cómo explicarle a un bantú que habita en una aldea africana los problemas de tráfico que hay en Madrid?. Tendremos las mismas dificultades que él se encontrará si se propone explicarnos por qué sus rituales espantan a los demonios.

El lenguaje es pura convención, aunque estamos convencidos de su utilidad. Pero es insuficiente como mecanismo de comunicación, esto no impide que mantenga su hegemonía a la hora de transferir conceptos y contenidos, sensibles o racionales.

Tal vez sea necesario evolucionar en la comunicación, incorporando nuevos canales de transmisión y otras formas de almacenar los items.

Los jóvenes, a los que siempre debemos estar atentos, se están cargando el lenguaje en sus conversaciones de MSN, en los mensajes telefónicos, en los chats; parece que la estructura gramatical sólo permanece en el habla y no de forma precisa, aunque tambien se establezcan nuevas jergas, que los adultos entendemos con dificultad.

Esta forma de actuar es un MENSAJE en sí mismo (un metamensaje, tal vez), quiere decirnos que lo importante es comunicarse, aunque sea cargándose la gramática, la ortografía o el idioma al completo. En cierta manera es una deconstrucción, y al mismo tiempo una señal de identidad. ¿Se habla como se piensa o se piensa como se habla, o ninguna de las anteriores?. Posiblemente todo se relativice a las circunstancias.

Pero los cambios del lenguaje suponen una vuelta de tuerca a la espita que promoverá la explosión controlada de los valores sobre los que se ha asentado la evolución cultural de nuestra especie, tal y como la conocemos.

Pero este DES-HACER, tiene algo de REGRESION al mismo tiempo, de expresión animal del grito gutural primigenio ante la asfixia tecno-económica y organizativa en que se ha convertido la existencia de los ciudadanos del mundo occidental.

En Francia se han producido no hace mucho gestos de destrucción gestionados por jóvenes inmigrantes que reclaman espacios nuevos y se dedican a incendiar automóviles, uno de los símbolos fundamentales de la civilización occidental. (siendo el automóvil a nuestra civilización, como las torres gemelas a los Estados Unidos, que también fueron incendiadas, como los trenes de Atocha).

El fuego catártico y purificador, que tanto le agradaba estudiar a Bachelard, es una vez más el instrumento elegido para destruir lo que existe, para cambiar el espacio en el tiempo. Cabe preguntarse si este movimiento pulsional alcanzará el rango de revolución.

Sin embargo, tal vez estemos mucho más sometidos de lo que creemos a una dictadura de las palabras, del lenguaje, que ha desplazado en su expansión a otras formas de comunicación más primitivas, pero no por ello innecesarias.

Los jóvenes parecen saber, tal vez nosotros se lo hayamos enseñado, que la comunicación es más importante por los contenidos que transfiere, que por las formas establecidas y asumidas de transmitirlos.

Se vive un nuevo romanticismo, y como todos los romanticismos son antirepresivos y regresivos, quizás un poco depresivos y melancólicos, pero marcan y definen el punto de nuevos avances que vendrán posteriormente. Son pasos atrás para tomar nuevo impulso, recreos que se toma la especie para contemplarse a sí misma.

Los grandes alpinistas saben que ESCALAR no es sólo ascender, el ascenso a la cima sólo es el resultado final, se asciende como adición de otras muchas acciones, entre las que saber descender o quedarse quieto también es importante.

Los buenos montañeros, como los grandes viajeros, conocen que el plácer no está en alcanzar el destino previsto, sino en disfrutar del recorrido que nos conduce hasta él. La vida es un viaje maravilloso, y la comunicación, un pasaje hacia el destierro de la soledad y la ignorancia.

La evolución de nuestra especie, el progreso de la cultura, el desarrollo de un mundo nuevo, pasa indudablemente por la destrucción de la hegemonía del lenguaje como forma de comunicación (que no por la destrucción del lenguaje, no se malentienda). El camino hacia el mañana pasa por la construcción de la torre de Babel (o de Google, como ustedes prefieran).

El futuro no necesita superhombres ensalzados por Spengler o idealizados por Nietzsche, necesita hombres y mujeres superándose cada día, saliendo de sus complejos, desprendiéndose del lastre de sus miedos y vergüenzas.

El mañana comienza ahora, enterrando los silencios del lenguaje, que son todas aquellas cosas que no pueden expresarse con palabras, y que guían nuestras vidas, posiblemente mucho más que la gramática. La comunicación ha iniciado un proceso de regreso al estructuralismo, al fin y al cabo, comunicarse es una función de relacionarse.

En otra ocasión lo dije, a pesar de los esfuerzos de los poetas, los sentimientos que se expresan con palabras están muertos. Las palabras, son los sarcófagos de las emociones.

Erasmo de Salinas

miércoles, 17 de octubre de 2007

Stefan Zweig despide a Freud


Palabras pronunciadas por el escritor austriaco, quizás el que mejor ha descrito las emociones, ante el féretro de Sigmund Freud en el crematorio de Londres, era el día 26 de septiembre de 1939

Permítanme, en presencia de este glorioso fére­tro, unas palabras de estremecido reconocimiento en nombre de sus amigos vieneses, austríacos y mundiales, en aquella lengua que Sigmund Freud enriqueció y ennobleció con su obra en forma tan grandiosa. Tengamos ante todo conciencia de que los que aquí estamos reunidos por un duelo común, vivimos un momento histórico que ciertamente no nos concederá el destino por segunda vez en nues­tra vida. Recordemos que para otros mortales, para casi todos los mortales, en el breve minuto en que el cuerpo se hiela, su existencia, su presencia entre no­sotros, ha terminado para siempre. En cambio, para éste ante cuyo féretro estamos, para este uno y único de nuestra desconsolada época, la muerte es apenas un fenómeno fugaz y casi carente de esencia. Aquí, el desaparecer de entre nosotros no es un fin, no es una dura conclusión, sino simplemente una transi­ción suave de lo mortal a la inmortalidad. Por lo transitorio del cuerpo que hoy perdemos dolorosa­mente se salva lo imperecedero de su obra, de su sustancia: los que aquí en este lugar respiramos y vivimos y hablamos y escuchamos aún, todos, todos juntos no estamos vivos en sentido espiritual ni una milésima parte siquiera de como lo está este gran muerto aquí, en su estrecho féretro terrenal.

No cuenten con que celebraré los hechos de la vida de Sigmund Freud. Ustedes conocen su obra y ¿quién no la conoce? ¿Quién de nuestra generación no la formuló íntimamente y la transformó? Ella vi­ve, magnífico descubrimiento del alma humana, como leyenda inmortal en todos los idiomas, y esto en el más estricto sentido de la palabra, porque ¿existe acaso una lengua que pudiera no echar de menos y carecer otra vez de los conceptos y los términos que él arrancó al crepúsculo de lo sub­consciente? La moral, la educación, la filosofía, las letras, la psicología, todas y todas las formas de la creación espiritual y artística y del entendimiento anímico, desde dos o tres generaciones atrás, se en­riquecieron por él como por ningún otro de nuestra época; por él se revalorizaron... Aun aquellos que no saben de su obra o se niegan a reconocer sus hallaz­gos, aun aquellos que nunca oyeron su nombre, es­tán inconscientemente en deuda con él y sometidos a su voluntad espiritual. Cada uno de nosotros, los hombres del siglo XX, sería distinto, sería otro, sin él en su pensamiento y su comprensión; cada uno de nosotros pensaría, juzgaría, sentiría en forma más estrecha, menos libre, más injusta si él no nos hubiera precedido en el pensar, sin aquel poderoso impulso hacia adentro que él nos dio. Y cada vez que tratemos de penetrar en el laberinto del corazón humano, su luz espiritual seguirá estando constan­temente en nuestro camino... Todo lo que Sigmund Freud concibió y anticipó como inventor y guía, es­tará con nosotros también en el futuro; una sola cosa, un solo ser nos abandonó, el hombre mismo, el amigo precioso e irreemplazable. Yo creo que todos nosotros sin distinción, por diferentes que seamos, nada hemos deseado en nuestra juventud tan viva-mente como ver vivir en carne y sangre ante noso­tros lo que Schopenhaüer llama la forma suprema de la existencia: una existencia moral, una vida he­roica. Todos hemos soñado cuando niños con en­contrar una vez a ese héroe espiritual, por el cual pudiéramos formarnos y crecer en sustancia, un hombre indiferente a las seducciones de la gloria y de la vanidad, un hombre de alma rebosante y res­ponsable, entregado únicamente a su labor, una la­bor que a su vez no se sirve a sí misma sino a toda la humanidad. Este ilustre muerto realizó inolvida­blemente con su vida aquel sueño entusiasta de nuestra infancia, aquel postulado cada vez más exi­gente de nuestra madurez, y con ello nos donó una dicha espiritual incomparable. Aquí, finalmente, en una época vanidosa y olvidadiza, fue el imperturba­ble, el buscador puro de la verdad, para quien en este mundo nada es más importante que lo absoluto, lo definitivo. Aquí estaba ante nuestros ojos, en fin, ante nuestro respetuoso corazón, el más noble, el más perfecto tipo de investigador en su eterno desa­cuerdo: por una parte, prudente, examinando con cuidado, reflexionando siete veces siete y dudando de sí mismo, hasta no estar seguro de un conoci­miento; pero luego, apenas conquistada una con­vicción, defendiéndola contra la oposición de todo un mundo. Por él, nosotros y nuestra época hemos aprendido una vez más en forma ejemplar que no hay sobre la tierra valentía más admirable que la li­bre e independiente de un hombre del espíritu; inolvidable será para nosotros ésta su valentía de encontrar conocimientos que los demás no des­cubrían porque no se atrevían a encontrarlos o, en ocasiones, ni a expresarlos y confesarlos. Más él osó y osó, constantemente, solo contra todos; osó anti­ciparse en lo nunca hollado hasta el último día de su vida. ¡Qué ejemplo nos legó con éste su valor del alma en la eterna lucha de la humanidad por el co­nocimiento!

Pero cuantos le conocíamos, sabemos también qué emotiva modestia personal acompañaba de cer­ca este valor para lo absoluto, y cómo este ser admi­rablemente fuerte de alma era al mismo tiempo el más comprensivo para todas las debilidades espiri­tuales. Este doble tono profundo -la severidad del alma, la generosidad del corazón- originó al final de su vida la más perfecta armonía que pueda con­quistarse en el mundo del espíritu: una pura, clara y otoñal sabiduría. Quien la experimentó en estos úl­timos años, se consoló en una hora de mutua confi­dencia de la contradicción y la locura de nuestro mundo, y, a menudo, durante esas horas, deseó que ellas fueran concedidas también a hombres jóvenes, en devenir, para que ellos, en un momento en que no podremos ya ser testimonio de la grandeza espi­ritual de este hombre, pudiesen decir todavía con orgullo: "He visto a un verdadero sabio, he conoci­do a Sigmund Freud".

Algo puede reconfortarnos en esta hora: Freud había concluido su obra y se había concluido en plenitud él mismo íntimamente. Dueño hasta del enemigo primitivo de la vida, del dolor físico, por la firmeza del espíritu, por la resistencia del alma, due­ño de sí no menos contra el dolor propio, como lo fue toda la vida en la lucha contra lo que le era aje­no, ejemplar por eso como médico, como filósofo, como conocedor de sí mismo hasta el último ins­tante amargo.

Gracias por este ejemplo, amado y venerado amigo, y gracias por tu gran vida creadora, gracias por tus acciones y tus obras, gracias por lo que fuiste y por lo que vertiste de ti en nuestras almas; gracias por los mundos que abriste para nosotros y que ahora recorremos solos, sin guía, siempre fieles a ti, siempre recordándote con respeto; tú, el amigo más precioso, tú, el maestro más amado, Sigmund Freud.

Stefan Zweig

martes, 16 de octubre de 2007

Ánima Mundi de William Butler Yeats

William Butler Yeats, poeta y dramaturgo, premio Nobel de literatura en 1923, y considerado el mayor poeta de Irlanda y uno de los grandes de la poesía universal, fue también un estudioso del esoterismo, la mística, y del simbolismo de diversas disciplinas tradicionales como la alquimia y la cábala. Yeats se interesó profundamente por las realidades invisibles, sus símbolos y sus leyes, y bebió de fuentes tan sublimes como las visiones de William Blake y Swedemborg, y tan degradadas como la delirante pseudo doctrina de la señora Blavatsky a quien conoció personalmente.

En el texto que presentamos a continuación, que es sólo un capítulo de su escrito titulado Anima Mundi, el poeta da cuenta con indudable talento y sensibilidad de artista, de sus incursiones por ese mundo que trasciende lo individual y lo propiamente humano; y a lo que llama en un primer momento 'Gran Memoria' pero luego hacia el final del relato identifica como el alma misma del mundo, más allá del tiempo, y de la cual cada uno de nosotros no sería más que una capa de espuma en la superficie de un vasto y luminoso océano.

Existe una carta de Goethe, aunque no puedo recordar donde, en la que explica la evocación, aunque él se refería sólo a la literatura. Describía a un amigo que había denunciado la esterilidad literaria como algo demasiado inteligente. Antes de criticar, uno debe permitir que las imágenes se formen con todas sus asociaciones. “Si uno se muestra crítico demasiado pronto”, escribió, “éstas no se formarán en absoluto”. Si uno suspende la facultad crítica, he descubierto, bien como resultado de un entrenamiento, o bien, si uno posee el don, entrando en un ligero trance, las imágenes se suceden rápidamente delante de uno. Si somos también capaces de suspender el deseo, y dejar que éstas se formen según su propia voluntad, la absorción es más completa y ellas se muestran más claras en sus colores, más precisas en su articulación, y juntos comenzaos a movernos en medio de lo que parece un intensa luz. Mas las imágenes pasan ante nosotros unidas por ciertas asociaciones, de hecho al principio las convocamos mediante su asociación con formas y sonidos tradicionales. Habremos descubierto si podemos suspender todo excepto la voluntad y el intelecto, cómo extraer del “subconsciente” cualquier cosa de la que ya poseamos un fragmento. Aquellos que siguen la vieja regla mantienen su cuerpos en calma y sus entes despiertas y despejadas, temiendo especialmente cualquier confusión entre las imágenes de la mente y los objetos del sentido; buscan el convertirse, por decirlo así, en espejos pulidos.

Yo no tenía ningún don natural para esta especie de sosiego despejado, como muy pronto descubrí, pues mi mente es de una inquietud fuera de lo normal; y rara vez me sentía deleitado con aquella súbita y luminosa definición de forma que le hace a uno comprender, casi a su pesar, que uno no está simplemente imaginando.

Por ello inventé un nuevo proceso. Había comprobado que después de una evocación, mi sueño parecía a ratos lleno de luz y forma, de todo lo que no había conseguido hallar despierto; y así elaboré un simbolismo de objetos naturales, de tal forma que pudiera facilitarme sueños cuando durmiera, o más bien visiones, pues no tenían la confusión de aquellos, depositando sobre i almohada o junto a la cama ciertas flores y hojas. Aún hoy, veinte años después, las exaltaciones y los mensajes que me llegaban de algunos fragmentos de espino y otras plantas parecen constituir , de todos lo s momentos de mi vida, los más felices y sabios.

Después de un tiempo, debido quizá a que la novedad se disipaba, el símbolo perdió su poder, o porque mi trabajo en el Teatro Irlandés se volvió demasiado excitante, mi sueño perdió su sensibilidad. Tenía yo algunos condiscípulos, y unas veces yo y otras veces ellos hacíamos algún descubrimiento. Ante la imaginación, ya estuviésemos dormidos o despiertos, pasaban imágenes que uno acababa descubriendo luego en algún libro que nunca había leído, y después de buscar en vano una explicación den la teoría corriente de la memoria personal olvidada, llegué a creer en una Gran Memoria que se transmitía de generación en generación.

Pero esto no era suficiente, pues estas imágenes mostraban intencionalidad y selección. Presentaban una relación con l o que uno ya sabía, y no obstante era una extensión al conocimiento de uno. Si no había allí ninguna mente, ¿porqué de repente había de encontrar yo la sal y el antimonio, o la licuefacción del oro, tal y como eran entendidas por los alquimistas, o algún detalle del simbolismo cabalístico, verificado al final por un docto erudito a través de sus manuscritos nunca publicados; y quién puede haber juntado de forma tan ingeniosa, trabajando mediante alguna ley de asociación y no obstante con una clara intención y aplicación personal, ciertas imágenes mitológicas?

Estas se habían mostrado a numerosas mentes, un fragmento cada vez, y expuesto su significado sólo un vez que el rompecabezas había sido completado. Ante mí aparecía una y otra vez el pensamiento de que este estudio había creado un contacto o mezcla con aquellas mentes que habían seguido un estudio igual en alguna otra época, y de que estas mentes todavía veían y pensaban y elegían. Nuestro pensamiento diario no era sino la capa de espuma que hay en el borde poco profundo de un vasto y luminoso océano; el Anima Mundi de Henry More, el “mar inmortal que nos trajo aquí” de Wordsworth, junto a cuya orilla juegan los niños, y en ese mismo mar había algunos que nadaban o navegaban, exploradores que quizá conocían todas sus costas.

William Butler Yeats
Mayo de 1917

miércoles, 10 de octubre de 2007

Ciencia, fe y alquimia

Es cierto que las creencias se guardan, (como todas las esencias), de la agresión del mercado, de la política, y en general, de la coyuntura.

En la representación del mito de la caverna de Platón, siempre Platón, se pueden observar dos actitudes ante la vida y la realidad. La primera, cuando los pobres secuestrados que somos todos, observamos las sombras podemos interpretarlas de diversas formas, para tratar de encontrar su significado "oculto".

Desde la ciencia (o razón)

Cada dos minutos la sombra que viene de la izquierda, se detiene y realiza un arabesco....lo que quiere decir que..... la realidad es....

Desde las creencias (o la fe)

Esta sombra es la representación de un dios, que nos envía un mensaje para que estemos atentos a las próximas sombras que ocurran... porque ellas nos darán la aútentica "verdad" sobre la realidad que percibimos.

Desde la alquimia (o cualquier hermetismo o esoterismo honesto)

(voy a atreverme a explicarlo...) Las sombras son los mensajes ocultos de una realidad que intentamos conocer; prudencia, paciencia, perseverancia, en nuestras interpretaciones..., por que son interpretaciones sólamente.

Todo es un deseo de conocimiento de una realidad "no cognoscible" de forma inmediata. El problema surge cuando brota la ambición de poder. Cuando algunos tratan de dominar el mundo desde las creencias o la ciencia (nunca desde la alquimia).

La alquimia es el recto camino hacia la verdad, equidistante de las creencias y las ciencias, que se pierden en los pantanos del poder material (poder = potencia, la potencia es solo promesa de realidad) que las conducen directamente a la impotencia final en su interpretación de la realidad (cosmos, vida, humano).

Por eso la alquimia ha reservado lo esencial, que Mythos y Logos son dos facetas del ariete que penetra en la realidad, que fecunda el mundo. Ambas son imprescindibles, por que son las que determinan lo humano, la maza que erosiona y talla la cantera de la realidad.

La conciencia humana es una mezcla de fe y razón. La alquimia es la mejor mezcla posible de ambas. Es la "combinación perfecta de los elementos", la proporción aúrea, el tetraktis pitagórico, la hermenéutica ancestral, los arquetipos, la telepatía, el esoterismo, las sincronías, el misterio, "lo inexplicable", la mecánica cuántica, los priones, la termodinámica, los fractales, la teoría del caos, las supercuerdas, los números transfinitos de Cantor. ¿Que son todas estas cosas más que ejemplos de que la ciencia y la fe son insuficientes?.

Realmente estamos llegando a liberarnos dentro de la caverna, estamos a punto de comprender que todas las sombras que estamos viendo son proyecciones de nuestra mente, de nuestros miedos, e insuficiencias que provienen de nuestra ignorancia.

Nosotros somos las sombras, siluetas de nuestras carencias proyectadas en la oscuridad.

Para salir de la caverna, la alquimia lo ha dicho siempre (pero también las doctrinas orientales), debemos olvidarnos de nosotros mismos para poder fijarnos en la Gran Obra, de la que tan solo somos referencias instrumentales.

Si somos realidad, debemos renunciar a la identidad. Li Po, un sabio chino lo éxpresaba de esta forma: "me gusta acudir a la montaña, sentarme, y esperar...., hasta que solo queda la montaña".

Saldremos de la cueva, para sentarnos en su entrada y contemplar la existencia como algo maravilloso. No podemos abandonar la caverna para continuar conquistando el mundo, para destruir la montaña de Li Po. El atanor requiere honestidad, para despojarse de lo residual. O somos lo que somos, o seremos nada.

La segunda actitud ante la vida y la realidad, es aceptar sencillamente lo que nos dicen, sin interpretar lo que está sucediendo, depender de lo que otros hsn interpretado, y repetir el proceso para que alcance a nuestros hijos, en un más de lo mismo, hasta que un día uno de nuestros descendientes descubra que puede explorar e interpretar la realidad por sí mismo, y entonces elija la primera alternativa.

La primera opción busca deshacer nuestra identidad para transformarnos discretamente en una parte más del mundo, exponiéndonos a él, dejándonos solos ante la libertad de elegir nuestra propia disolución, es endógena, nos permite asimilar lo existente, nos hace deshaciéndonos en el conocer. La segunda ignora nuestra identidad y nos conforma directamente como una parte más de la realidad, es exógena, nos acomoda a lo existente, nos deshace porque evita nuestro conocimiento directo, solo conoceremos de forma indireta.

En ambos casos, es necesario renunciar a la identidad, de una u otra forma, para convertirse en parte de la montaña de Li Po.

Quizás la identidad propia, sea el último reducto de hostilidad contra lo exterior, y posiblemente contra el interior. Ser o no ser, no es la cuestión. La cuestión es como dejar de ser UNO, para ser parte del TODO, ese es el fundamento y principio de todas las creencias, incluida la ciencia. La ciencia solo es otra forma de creer, que requiere tanta fe, como cualquier doctrina religiosa.
Erasmo

lunes, 8 de octubre de 2007

Los invasores del tiempo


A pesar de los grandes avances de la tecnología y la ciencia, solo conocemos una pequeña parte de la realidad. Distingamos realidad conocida de realidad desconocida. La realidad conocida es la que fluye por el mundo del conocimiento, la que se intercambia, la que se enseña, la que se puede ver y entender. Pero al mismo tiempo hay una realidad desconocida, que no se ajusta a nuestra forma de conocer.

La cultura occidental nos enseña a conocer de una determinada forma, según unos criterios establecidos de antemano. El mundo debe funcionar según esos criterios y en las ocasiones en que esto no ocurre, se considera que el fallo está en el mundo, no en nuestro criterio.

Pero sin embargo, desde la implantación de los relativismos en nuestra forma de pensar, hemos comenzado a dudar de nuestra forma de conocer. Pequeñas y grandes teorías han ido brotando para explicar que es lo que ocurre en realidad, pero todas estas teorías tienen la pretensión de tener cabida en el gran buque de la ciencia. Sin embargo, son más bien teorías de patera que llegan por todas partes a la fortaleza que representa la historia de nuestro conocimiento.

La teoría del caos, la mecánica cuántica, la termodinámica, los fractales y otras muchos y novedosos paradigmas, se ajustan mal a lo que conocemos como ciencia; por lo que quedan dos alternativas: o la ciencia se amplía y las admite en su seno, o se quedan como extracientíficas como le ocurrió al psicoanálisis o la alquimia.

Para que la ciencia asuma que no es la dueña absoluta de la lógica racional, deben producirse muchos cambios, comenzando por las universidades, y continuando por los sistemas educativos.

La construcción del desconocimiento

Hoy se están enseñando numerosas creencias científicas a la inmensa mayoría de los estudiantes, que no soportan la criba de la razón. Es decir, se está engañando a los que aprenden, por que mientras ellos piensan que están adquiriendo conocimientos irrefutables, están siendo sometidos a un proselitismo mitológico. El logos, se ha desplazado una vez más, fuera del redil educativo.

Pero además, al decirle a los alumnos que el conocimiento racional es lo que se enseña, y pudiendo comprobar por sí mismos, al consultar cualquier revista de divulgación científica o una determinada página de internet, que las cosas no son exactamente así, lo que se está produciendo es una incredulidad en las fuentes. Esto es un difícil problema, por que perdida la confianza resulta muy difícil recuperarla, al igual que ocurre con la fe en las religiones.

Llegados a este punto, se puede decir que nuestros sistemas educativos se ocupan de enseñarnos a desconocer más que a conocer. Se está construyendo el desconocimiento disfrazado de conocimiento. El envoltorio es magnífico, pero el contenido es patético. Pero viene bien, en una época de apariencias como la nuestra que la marca "ciencia" no contenga solo ciencia, o mejor dicho toda la ciencia. Eso abre grandes posibilidades para el futuro.

Definitivamente, en los sistemas educativos actuales se aprende a desconocer, no es cierto que la educación iguale a los estudiantes en conocimientos adquiridos, más bien lo que hace es equipararlos en ignorancias irredentas. Es decir, todos los alumnos de bachiller de los países occidentales desconocen lo mismo y de la misma forma.

Pero en la construcción de la incultura, hay un peligro todavía mayor, cuando se dice que los conocimientos que se enseñan son el resultado de operaciones racionales contrastadas e irrefutables, "verdades científicas". Esto obliga a pensar que todo lo que no sea ciencia es irracional, lo que es sin duda un error estrafalario. El psicoanálisis por ejemplo, tras cumplirse 150 años del nacimiento de su fundador, es de una racionalidad aplastante, pero sin embargo no es científico.

Pero hay otros peligros. Un estudiante que obtenga matrícula de honor en todas las asignaturas del último curso de bachiller, llegará a la universidad con la conciencia de que sabe todo lo que hay que saber, lo que le hace sentir cierta propensión al dogmatismo. Negará lo que no coincida con sus conocimientos y por un fenómeno como el de la disonancia cognitiva, tratará de cerrar su conocimiento a "las mentiras" que provienen del exterior de la fortaleza científica. Este estudiante con el tiempo puede llegar a ser catedrático, y seguirá cometiendo el mismo error al dictar clases a sus alumnos.

Siempre me ha hecho sonreír el contemplar a muchos avezados científicos llenándose la boca con palabras y conceptos como validez, significación, fiabilidad, cumplimiento de criterios, no susceptible de falsación, irrefutable o cosas similares, por no hablar de cuestiones estadísticas o informáticas, sin tener ni pajolera idea de gnoseología o epistemología. Habitualmente con una pregunta que se salga del guión se descubre su auténtico bagaje intelectual.

El Renacimiento del alma

He pensado que en relación a la ciencia y la razón, se puede comprender a Jesucristo encolerizado cuando entró en el templo y lo vio lleno de fariseos y mercaderes. Pero tras Russell y Wittgenstein parece que no han surgido rebeldes.

También resulta paradójico que los jóvenes actuales, en la época de la historia humana en la que se dispone de más conocimientos asequibles, tengan tan poco interés por adquirirlos. Y sin embargo dediquen la mayor parte de su tiempo a comunicarse de cualquier manera. El tiempo dedicado a la comunicación está desplazando cada día más el que se dedicaba a la adquisición de conocimientos.

Esto es una auténtica revolución, por que el ser humano está recobrando el interés por lo ajeno, ahora que el mundo puede conocerse al instante consultando internet. El siglo XXI es la era del conocimiento interior (psicología) y del conocimiento de los demás (antropología, sociología). Pero también una invitación a la percepción sensible, a los jóvenes les interesa mucho más saber lo que se siente, que conocer lo que se sabe. ¿Estamos asistiendo a un Renacimiento del alma?

Los jóvenes de hoy son exploradores de sí mismos. En el siglo XVI interesaba conocer el mundo (se producen los grandes descubrimientos de la geografía, de la ciencia, del arte), el siglo XVII fue el del intercambio y el comercio, el XVIII el de la organización social y política y conocimiento de la naturaleza (humana y del mundo), el XIX fue el siglo de la ciencia y la revolución industrial y económica, el siglo XX, el de la conquista de la salud, de la luna, del dominio de la técnica y de la creación continuada de riqueza, el XXI ha de ser la centuria del conocimiento del hombre, del de la relación consigo mismo y con los demás.

Para que esto pudiera ocurrir se necesitaban varias cosas, la llegada del relativismo que no es otra cosa que la recuperación de la subjetividad, la riqueza productiva, el consumo organizado, el despunte tecnológico, la globalización, las comunicaciones instantáneas, el acceso asequible a la acumulación de conocimientos, y el agnosticismo religioso, político y científico, que permite volver a cuestionar los conocimientos sobre la realidad. Todo esto se está produciendo.

Tras las convulsiones que entraña un cambio de esta magnitud, surgirá un mundo nuevo, habitado por seres humanos más completos, que serán capaces de vivir en plenitud y de forma independiente, pero extraordinariamente solidaria.

Lamentablemente, ni los políticos, ni los profesores, ni los científicos, ni los administradores de fondos públicos, ni los medios de comunicación se han enterado del cambio que está ocurriendo, y están condenados a que se los trague el tiempo. El mundo del mañana será mucho más humano, por que los seres humanos serán al fin humanos, y no simplemente ahormados por una civilización determinada.

Nuestros hijos ya piensan de forma diferente a la nuestra, ahora cuenta más vivir que prepararse para vivir; conocerse a sí mismos y a los demás antes que conocer el mundo; soñar antes que evaluarse; equivocarse antes que conocer errores; ser antes que tener; disfrutar antes que sufrir; comunicarse antes que pensar.

El futuro es suyo. Doy la bienvenida a los invasores del tiempo. Hasta ahora nos hemos preocupado de cómo se hacen las cosas, ellos van a ocuparse de hacerlas, siempre que el lavado de cerebro que pretenden imponerles con educaciones para la ciudadanía, enseñanzas patrióticas nacionalistas, y otros fanatismos organizados desde la propaganda, no les distorsionen las neuronas, ni los deseos.

Erasmo

sábado, 6 de octubre de 2007

La asfixia de lo inolvidable

Asistimos impasibles a la ceremonia confusa del acto de vivir, mientras esta sociedad exhausta de nihilismo, va recogiendo los pasos perdidos del olvido.

Cada día somos más consumidores, y nos consumimos más consumiendo, y para todo para ésto, se requiere que produzcamos más y mejor; los temores de Marx han sido superados y "olvidados", ya no se nos enajena de los bienes de producción, sino del mismo producto, no sabemos siquiera que producimos y por qué lo hacemos.

Los mecanismo de persuasión a la aceptación del sistema como el mejor de los suicidios posibles, se han vuelto harto sibilinos, sean en forma de publicidad o propaganda, o simple discurso esperanzador; como legión de comparsas, vamos siendo ahormados discretamente a las necesidades de la obra que se representa, siendo imprescindible que nos olvidemos de nuestras propias necesidades, las más esenciales.

Es necesario consumir, ese ritual de adquisición que nos completa, mientras las leyes del marketing y sus profetas deciden lo que consumiremos durante el próximo mes, y así uno tras otro, hasta concluir nuestra existencia. Y la política es quizás el área de nuestra vida en la que más imperan los mecanismos del consumo ineficiente.

El espíritu de la democracia es la elección libre de nuestros representantes para que defiendan nuestros intereses ante los representantes de los que tienen intereses distintos. ¿Acaso no tenemos intereses comunes?. No, no hay intereses comunes, porque eso permitiría abaratar los precios, el coste de la vida, y distorsionaría la cadencia diletante del mercado.

Estamos condenados al "self-service", si ponemos gasolina, si vamos a un cajero automático, si consumimos hamburguesas en un Mc Donald´s, o si acudimos a un supermercado. Cualquier relación de un ser humano con una máquina es una alienación es si misma. No es cierto que este bricolage del trabajo abarate los precios, más bien encarece la vida. Pero funciona bien, y produce beneficios a alguien, aunque nos deshumanice.

El sistema nos fija y nos diseca, para que ocupemos el nicho que nos corresponde en el cementerio existencial; nuestro sistema civilizado del que sus portavoces hablan maravillas, está organizado según sus discursos para procurarnos el máximo bienestar, pero más bien ocurre lo contrario, es decir, el sistema vive del bienestar que nos falta, del que nos resta, de la alienación estúpida en que convierte nuestras vidas.

No trato de retornar al mundo de Rousseau y su parábola del buen salvaje, a la Arcadia feliz o a otras mitologías que denuncian lo que hay, renunciando al progreso, sencillamente quiero permitirme recordar las cosas que me hacen feliz, mientras tenga memoria, y propongo como acto de rebelión suprema el recuerdo de que somos seres humanos libres.

Pero con los niveles de productividad y consumo que se exigen en las sociedades avanzadas para "sobrevivir",cada día resulta más complicado leer alguna colección de palabras que nos despierte del sueño, ver un programa de televisión interesante, o escuchar una melodía "inolvidable".

Si, reivindico lo inolvidable, ese concepto se está reduciendo cada vez más en nuestras vidas, hay una conspiración para asfixiar lo inolvidable, que es precisamente lo que somos, por que la vida sólo es una colección de recuerdos inolvidables, esos momentos culminantes de nuestra existencia en que descollaron deseos, ilusiones o sueños hasta alcanzar la realidad. Somos lo que hemos sido.

Nadie recuerda lo trivial, la oficina, las instrucciones, o el color de la ropa del último ser humano que hayamos visto. Pero si la heroicidad de habernos sentido en plenitud. Ese encuentro con nosotros mismos en el acmé de nuestras posibilidades físicas y mentales, resulta embriagador y debe ser prohibido en este mundo represor, entre victoriano y calvinista, en el que existimos como podemos.

Repetid malditos

Estamos condenados a repetir, se nos educa para repetir, como si fuéramos máquinas, ¿o acaso ya somos ya máquinas?; todo son protocolos establecidos, actos mecánicos, excelencia organizacional, magníficas rutinas para acortar las dudas y erradicar los errores, y a esto lo denominan "calidad", sin sentir verguenza.

En estas condiciones es necesario olvidar, olvidarse de lo que somos y como somos, renunciar a ser, someter la existencia al modelo apto, y por supuesto, disfrutar de los logros de nuestro opulento y globalizado sistema, haciendo lo que debemos hacer, consumir para hipotecar nuestra existencia a la producción ininterrumpida, y el consumo que nos incompleta cada día más.

El código económico y político funciona por que nos permite comer todos los días a nosotros y a nuestros hijos, en proporción a nuestro miedo al cambio. Bien se encargan de mostrarnos todos los días las pateras, las guerras, las miserias y las hambrunas de otros lugares....

Asistimos impasibles al acto de cebar al monstruo que hemos creado, que cada día es más grande e imbatible. El dragón crece con cada príncipe derrotado, con cada princesa secuestrada. Solo el sueño arquetípico y compartido de su muerte puede liberarnos de la condena prometeica.

Quiero reivindicar el derecho a recordar, a tomar conciencia de lo que he sido, para saber quien soy y lo que puedo y espero ser; pero esto no resulta posible si no me excluyo y me aislo, no puede haber ya revoluciones de muchos, por que en esta vorágine entusiasta de toma y daca, todos padecemos una extraña enfermedad llamada amnesia, que se manifiesta inexorablemente en el encuentro con los otros.

Habrá sido por los golpes que hemos recibido, pero nuestra voluntad, el coraje de vivir contra los mezquinos guiones que nos asignan, han desfallecido hace tiempo. Procurar la felicidad en estas circunstancias es un auténtico acto revolucionario, digno de figurar en el panteón heroico de los profanadores.

Sólo resistir la epidemia alienante del olvido, se lleva la mayor parte de nuestra energía y de nuestra vida. "Olvidar es vivir", repiten los altavoces del sistema, como consigna de nuestra civilización, parece que recordar fuera una invitación a la misma muerte.

Recordemos lo que somos, para poder conocer lo que queremos, y luego, sin mayores pretensiones, convirtámoslo en inolvidable; no debemos consentir que en nuestra memoria habiten los recuerdos de lo que quieren de nosotros.

Recordemos hasta sentir la brisa marina en aquella playa de nuestros sueños, y el beso de nuestra madre en la mejilla antes de dormirnos, cuando éramos niños y pensábamos que la vida feliz era posible y que el miedo nos abandonaría cuando fuéramos mayores. Ya somos mayores, y seguimos con miedo, tal vez más que cuando éramos niños, y sin duda, mucho más doloroso.

Eranos

jueves, 4 de octubre de 2007

Morir de sed en el mar


Las sutiles formas que adopta la represión han recorrido un largo camino hasta nuestros días. La época que nos corresponde vivir recuerda ciertamente el tránsito entre la caída de Roma y el nacimiento del cristianismo. A comienzos de la Edad Media, el saber perdió su valor, el conocimiento resultó inútil a partir de entonces durante los mil años siguientes.


Mientras que en Occidente la sabiduría se refugió en algunos monasterios, sencillamente desapareciendo de la atención de los que podían permitirse conocer, en el imperio romano de Oriente, y en las culturas china, hindú y árabe, siguió su curso, siempre reducido a los que disfrutaban del poder. Al contrario de lo que se puede pensar, en los albores del medievo y en el territorio que hoy comprende Europa, ni siquiera fue necesario ejercer represión alguna sobre el acceso al conocimiento, porque sólo fue necesario que Agustín de Hipona convirtiera las verdades en verdades reveladas.


La imagen de la Roma decadente tras haber alcanzado el máximo esplendor, resultó suficiente. Luego ocurrieron las barbaridades de la Santa Inquisición. Pero el conocimiento siempre estuvo restringido a unos pocos privilegiados, ésta es sin duda la forma de represión más clásica, que luego ha adoptado formas particulares y especializadas.

Realmente, el acceso al conocimiento no se hace popular hasta épocas muy recientes, y posteriores a la segunda guerra mundial, con la llegada de la democracia a Europa, y el auge económico que proviene del Estado del Bienestar. Se puede decir que la represión cultural había sido larga y penosa desde el siglo IV al XIX, pero parecía haberse superado a finales del siglo XX.

Lamentablemente no será así, porque actualmente está ocurriendo un fenómeno singular, la represión proviene precisamente de la saciedad, cuando en el pasado se debía a la carencia. Los gobiernos, las entidades que se ocupan de la educación, y los medios de comunicación, incluido el presente, están representando una parodia perversa.

¿Acaso se proporciona cultura cuando se deja encerrado a un analfabeto en una biblioteca?. La mayor parte de los ciudadanos occidentales disponen de acceso a un ordenador conectado a la red, con más conocimientos disponibles que los que podrían disfrutar si vivieran mil años. Hay tanto información acumulada, que resulta prácticamente imposible comenzar por algún sitio.

Con los actuales sistemas educativos de masas, más pendientes de adoctrinar que de permitir el flujo de conocimientos, estamos asistiendo al abandono a la inercia de la formación necesaria para adquirir información, por la sencilla razón de que en esta época de relativismos, los criterios fundamentados en valores, principios o ideas son escasos; hay una inercia de consumo que guía las vidas de la mayoría, y precisamente el conocimiento es algo que no se puede consumir pasivamente, por que requiere el esfuerzo de atender y comprender, y la parsimonia voluntaria de no dejar de hacerlo a lo largo de la vida.

No es cierto que vivamos en sociedades más cultas, porque cada dia haya disponibles más conocimientos, al contrario, vivimos en sociedades más analfabetas porque los conocimientos se han convertido en una especie de indescifrable código porque falta la estructura y el criterio para poder contenerlos y utilizarlos de forma eficiente y eficaz; a los jóvenes actuales no se les está educando en conocer, sino en consumir lo conocido, que es precisamente la mejor forma de enseñarles a desconocer.


El sueño de una cultura no represiva que manifestó Sigmund Freud en "El porvenir de una ilusión" se aleja más cada día. Resulta extravagante y patético, contemplar como la racionalidad fallece rodeada por la abundancia de posibilidades y recursos: es como morirse de sed en el mar.


Enrique Suárez Retuerta

miércoles, 3 de octubre de 2007

El clamoroso final de la prensa de papel

Hoy he vuelto a comprar un periódico, llevaba tiempo sin hacerlo, porque ahora prefiero leer las noticias en internet. He tenido una sensación extraña al pasar páginas y escuchar el crujido del papel entre mis manos. Fue como un salto hacia atrás en el tiempo.

Mis ojos se movían recorriendo las noticias, y no eran las noticias las que recorrían mis ojos fijos en una pantalla, sin tener que utilizar las manos permanentemente para deslizar la barra de la derecha del monitor, y he observado que la información de la prensa escrita sigue siendo fundamentalmente en blanco y negro, muy sosa, sin elementos dinámicos que brotan por doquier, aportando vida a la escena.

El poder mediático cambia de manos deprisa, y el medio está dejando de ser el mensaje. Hace unos días, leía que el sólido mercado de la pornografía se está resintiendo por la llegada de la oferta "amateur", y con la prensa ocurre lo mismo. Es la revolución del bricolage, que también alcanza el mercado de la opinión, hoy cualquiera tiene su propio blog, y la oferta y demanda de información se abre por completo, y por doquier.

Los medios informativos convencionales, a pesar de los esfuerzos, no se adapatan a los nuevos escenarios de la globalización. Las emisoras de radio se siguen escuchando en los atascos, los canales de televisión compiten por el segundo en que nos atrapen con su publicidad, por eso los anuncios se hacen cada vez más breves, y la prensa subvencionada se seguirá repartiendo gratuitamente en las instituciones públicas a cargo del erario común y la decisión del mecenazgo político correspondiente. Pero también ha surgido una prensa gratuita que se reparte en el metro y las cafeterías, y que la gente acabará leyendo.

Quizás ahora se descubra que lo que se paga al comprar un diario no es la desinformación que contiene, sino el criterio que mantiene. Una cuestión de fe para reafirmar que el mundo está fatal, y nuestra aversión por la política de los hechos consumidos por el fracaso de los gestores del presente, está sólidamente fundamentada.

Es un epifenómeno que convierte al reportero en gurú de una nueva religión más terrenal, y que tiene como máximo objetivo desenmascarar a los herederos de los dioses que dirigen nuestro desconcierto hasta sus parcelas electorales. Sí los periódicos se adaptan a este nuevo rol bíblico, talmúdico, coránico, tal vez puedan resistir unos años más. Y es que cada día, comprar determinados diarios, recuerda a un ritual de reafirmación ideológica como ocurrió en aquella época de los estertores del franquismo.

En ninguna otra obra humana, se puede contemplar mejor el principio de la selección darwinista, y la extinción de las especies informativas más dogmáticas. Esto ha tratado de subsanarse abriendo un centro comercial con cada ejemplar adquirido; con un periódico, hoy puedes llevarte también un cubierto, una figurilla, una bufanda de tu equipo de futbol, una peli de guerra o de amor, y descuentos para acudir a cualquier espectáculo. Pero de nada sirve, cuando el tiempo acosa, es implacable el destino.

Se acaba una era, la del formato papel en la información cotidiana, y las linotipias están a punto de ser reconvertidas en otra cosa. Las acciones de las papeleras descenderán, los bosques se dejarán crecer de forma natural; no le vendrá mal un respiro a esta Tierra esquilmada, y de paso se corregirán los excesos del cambio climático. Quevedo sigue vigente.

Pero hay una cuestión que realmente invita a la incertidumbre, incluso hasta el desasosiego: ¿con qué se envolverá el pescado de mañana, mañana?

Erasmo

sábado, 29 de septiembre de 2007

El progreso amorfo

Suele decir un buen amigo, que "el que hace, se hace", pero no veo yo que ese destino sea seguido hoy por muchos mortales. Las inercias cotidianas de nuestro tiempo más bien parecen imbuirnos de lo contraro, y el aforismo vigente sería el siguiente: "el que hace, se deshace", y explico el cambio de sentido.

Hoy, el que hace algo, bien o mal, lo hace pagando un precio muy elevado, el de soportar estoicamente las críticas, observaciones, matices, y sugerencias de todos los que no hacen, o mejor dicho de los que nada hacen, que son legión multitudinaria de espectadores que asisten al extraordinario espectáculo de la creación ajena.

Si alguien propone una nueva teoría, está obligado a resistir la criba a la que será sometido por los defensores de todos los antiguos regímenes, que en su fondo más íntimo tienen un alma fascista, y siempre se reúnen para estas cosas.

Tal vez por esto, el mundo avanza más despacio de lo que era de esperar, tras la revolución tecnológica, informática y mediática, en la que vivimos; el Santo Oficio hoy se encarga de demoler de forma inmediata todo lo nuevo que brota.

No importa que los objetivos de las novedades mejoren las condiciones vitales o la satisfacción de los ciudadanos, que deberían ser los criterios máximos de adecuación.

Hay neofobia en nuestra sociedad, y los neófobos se están convirtiendo en el último baluarte de resistencia ante el progreso. En buena parte se debe a las empresas que han almacenado especulativamente suficientes stocks de las producciones anteriores, esto ha ocurrido por ejemplo, con los televisores de plasma, que no han disminuido su precio hasta que las grandes compañías se han deshecho de lo almacenado.

Pero también es cierto que hoy, se considera progreso tirar un pedo colgado por los pies con los ojos cerrado; y quizás esta devaluación de lo nuevo, del concepto de progreso, también influya en la obstrucción desorganizada en que se agrupa la diletante legión de inmovilistas.

Ambos fenómenos, la devaluación de lo que se reconoce como progreso, junto con la resistencia a que se incorporen cosas nuevas, sino es tras un largo proceso de selección estricta de las novedades que llegan a la realidad, son muy interesentes para el análisis de la organización de nuestro futuro más inmediato.

Al fin y al cabo, lo que se aplica al progreso es el código de la ciencia racional, falsear las hipótesis hasta que se demuestre su certeza, y no se aplica el código del arte modernista, de considerar que todo lo nuevo es sublime.

Y debe aceptarse como bueno, porque realmente este mundo ha progresado por los avances científicos racionales, el arte para lo único que ha servido es para mostrarlo más atractivo.

En cuestiones de progreso, debemos fiarnos más de la filosofía y de la ciencia, que del arte o la política, que también es una extraña habilidad que permite convencernos de que lo bello es bueno, cuando todos sabemos que eso importa mucho menos que lo contrario, que lo bueno, en su conclusión, termine siendo hermoso; lo decía Aristóteles, desde el racionalismo armónico de sus asertos: la ética en su evolución acabará convirtiéndose en una estética.

Pero los políticos se empeñan en lo contrario, en hacernos ver que su estética particular del ventoseo extraordinario, se acabará convirtiendo en una ética universal de obligada aceptación. De que no hay nada más hermoso que lo amorfo, que es lo suyo.

Y es que los políticos hace mucho tiempo que dejaron de pensar en términos científicos o filosóficos, abdicando de cualquier racionalidad, para elevarse por los vericuetos de la creación artística, al menos, eso nos dicen y eso se creen ellos.

Erasmo

jueves, 27 de septiembre de 2007

Las canciones de balcón en un verano de Madrid

Sin ser excesivamente caluroso, este verano madrileño ha sido latino.

Después de ir a ver Júpiter, Antares y la Galaxia de Andrómeda por Miraflores, en una reunión un poco "flipante", en el regreso el hambre me llevó a un kiosoko con música, digo yo que dominicana, alta, muy alta. El dependiente se sonreía en su pequeño habitáculo, anhelando seguramente bailar, pero ¡pena!, no le cabía el bailongo en la tienduca.

Malasaña estaba tranquila y luminosa por la mañana. De un balcón salía un bolero, lo que me confirmó el Madrid Latino, casi caribeño; a ésta sensación contribuían, sin duda, las coquetas mulatas que pueblan, rotundas, la capital.

La tarde, más "cool", en un ático de Gran Vía me trajo a Dylan, Beatles y mucho Rolling. Se veían tantos tejados... Era todo lan ligero y VITAL. Mi compañera, con sus grandes ojos, sus ocurrencias y sus casi-Martinis completaba el paisaje de Las Letras, de ese hotel.

Y al día siguiente, andando y andando con una paz inesperada, ilusiones renovadas y el espíritu a reventar, escuchaba de vez en cuando melodías Kálidas, que me susurraban desde los balcones, balcones de los barrios de mi Madriz.


Bluess Vicente

lunes, 17 de septiembre de 2007

Antonio Escohotado: Partidos Democráticos


Locomotora actual del desarrollo, Internet recorta la mediación que se ha interpuesto tradicionalmente entre proveedores y consumidores, oferta y demanda, al permitir que un golpe de tecla invoque toda suerte de deseos. Como observa Gates, la propia velocidad del proceso convierte los bienes en servicios, y amenaza a cualquier intermediario que no incorpore valor añadido. Teniendo medios de transporte, ahora basta meter el producto en la red para que su ciclo se cumpla de principio a término. Esto habilita procesos de producción cada vez más largos o desdoblados, donde los factores se aprovechan al máximo, porque los bienes resultantes pueden venderse en un mercado mucho mayor, mucho más rápidamente. La inyección de efectivo derivada de ello eleva a su vez el periodo medio de producción, lo cual capitaliza cada etapa e incrementa la productividad del conjunto.

Así pues, representantes, delegados, almacenistas y hasta la vieja tienda llena de dependientes aprenderán nuevos oficios y venderán cosas distintas, de manera distinta también. Tras el teléfono, la radio y el televisor, que redujeron progresivamente la incomunicación por razones geográficas, la malla que conecta ordenadores de todo el planeta minimiza hasta extremos inauditos la distancia entre emisores y receptores de productos. Contiguos hasta el extremo en que ahora están, productores y consumidores sencillamente tienen más tiempo: los unos para confeccionar su oferta, y los otros para decidir su demanda. Lógicamente, quienes no tienen tanto tiempo son los propios vehículos materiales del cambio –las empresas del punto com-, que compiten frenéticamente por usuarios.

Así es la realidad económica, no menos que la pedagógica, la científica y la lúdica. La realidad política desconoce aún este asalto general a la lejanía física. Los plazos del mandato representativo, y las modalidades previstas para tomar decisiones, se adaptan a tiempos de las Cortes de Cádiz, donde enviar una señal de Pamplona a Málaga y de allí a Tenerife, con vuelta, tomaba un año o poco menos, y la comisión otorgada al político debía adaptarse a eso mismo. Innecesario es añadir que ese intercambio se hace ahora en una centésima de segundo, casi gratis en términos energéticos, con imagen de alta definición y sonido hi-fi.

De hecho, el horizonte actual devuelve el mandato representativo a la desnudez de las asambleas democráticas clásicas, donde –como en las polis griegas o los cantones suizos- los ciudadanos votan lo primordial de cada cuestión, y sólo delegan en legisladores y gobernantes sus aspectos reglamentarios o administrativos. Fue al aparecer las democracias modernas, establecidas sobre territorios muy vastos y grandes poblaciones, cuando la imposibilidad de congregar a los mandantes cada mes o cada dos otorgó al mandatario poderes no sometidos a otra fiscalización que un voto de censura (de sus colegas en la clase política) y nuevas elecciones. Solucionada gracias a la red telemática esa congregación de los mandantes, sin necesidad siquiera de acudir a un recinto exterior, lo que se plantea es una cuestión del mayor interés.

¿Seguirá siendo la representación política una modalidad espúrea del mandato intervivos, y digo espúrea porque el mandante no puede aquí supervisar –y modificar- en todo momento la gestión del mandatario, como exigen el Código civil y el mercantil, sino conformarse con votar a otro en las siguientes elecciones? ¿O más bien se adaptará esa delegación al fin de la distancia geográfica, que permite intervenciones puntuales de la ciudadanía? Si lo primero persiste, aceptaremos que -en vez de constituir un mandato intervivos propiamente dicho- la delegación política sea una variante de la facultad testamentaria, donde podemos nombrar albacea pero en ningún caso rectificar sus decisiones. Para que prospere lo segundo será preciso tomar conciencia de que el conventus publicus vicinorum, venerable congreso de los paisanos, es en buena medida la world wide web, Internet.

Recordemos que en todo régimen democrático hay un poder constituyente anterior y superior a su división en legislativo, ejecutivo y judicial. Ese poder se expresa en el derecho de la ciudadanía o “pueblo” a ser consultado por vía de referendo en ciertos asuntos –como los principios constitucionales-, y también en el de dictar legislación mediante “iniciativas”, que son referendos instados por los ciudadanos. Nuestra Constitución reconoce dicho derecho, como casi todas las demás del planeta, si bien entorpece en realidad su ejercicio, como muestra su forma de regular el referendo y la iniciativa. El uno será siempre “consultivo” (esto es, no vinculante); la otra exige medio millón de firmas “autenticadas” (por un notario, un secretario judicial o el secretario municipal), y “no procederá en materias propias de ley orgánica, tributarias, de carácter internacional o relativas al derecho de gracia” (artículo 87,3).

En 23 años de democracia sólo ha habido un referendo (sobre la retórica cuestión de la OTAN); iniciativa, ni media. ¿Cómo podría haberlas si requieren una inversión inicial tan grande, y no podrán versar sobre aquello que más interesa? Y ¿por qué instar la convocatoria de referendos, si no han de ser vinculantes para quienes hacen y aplican las leyes? Pero las consecuencias de vetar este acceso están a la vista. Por ejemplo, unos 85 de cada 100 españoles preferirían disfrutar de eutanasia o buena muerte en vez de tanasia o muerte a secas, si bien llevamos siglos –confirmados por la última reforma del Código Penal- castigando duramente el empleo de eutanásicos.

Quizá porque los partidos llamados democráticos tienen su lado de máquinas atrapa-votos, no conciben perder el sufragio de esos 15 entre cada 100 que se declaran anti-eutanasia. Mientras los 85 restantes carezcan de medios para hacer valer su deseo, votarán a los atrapa-votos disponibles en función de otras consideraciones (carisma, eficacia general, intereses particulares), con lo cual cada uno evitará perder el sufragio disidente, que al fin y al cabo representa un goloso 15 por 100.

Esta dinámica preside bastantes más asuntos, donde el mandatario suplanta por una razón u otra al mandante. En realidad, se diría que las suplantaciones son regla, allí donde decidir tal o cual cosa supone perder el apoyo de algunos, aunque sean minoría, puesto que no enajena en la misma medida el apoyo de la mayoría. A la mayoría se le ofrecen eslóganes como los enarbolados –“vamos a más”, “la Moncloa será su casa”, promesas análogas en el plano autonómico-, y al optar por las distintas ternas o por la abstención dejará de ser mayoría, como lo era para el tema puntual de la eutanasia. En vez de pronunciarse sobre asuntos, limitará su intervención a pronunciarse sobre gestores. Desde luego, quien dice eutanasia dice bastantes otros temas, que me gustaría ir precisando en artículos ulteriores.

Esto no significa pretender que la clase política sea algo prescindible hoy. Sin ella estaríamos todavía en alguna variante de salvación en sentido estricto, con distintos aspirantes al trono de mesías-médium, obedecidos por fanáticas y aterradas masas. A pesar de sus circos e hipotecas, esa clase representa cierta ilustración en tiempos de generalizado marketing, y negarlo es demagogia, apelación al rencor del triste o a la ingenuidad del idiota. Por otra parte, sostener el sombrajo de la democracia pide seguir democratizándola, y demorar ese paso defrauda el núcleo del proyecto republicano, que es asumir cada uno responsabilidad por lo común, convirtiendo el individualismo espontáneo en un individualismo ético. A diferencia de la religión, inevitablemente arropada por moralinas, la ética tiende a coincidir con el “individualismo bien entendido” (Tocqueville), donde se cumple el principio de no hacer a otro aquello que no queremos que otro nos haga, la cláusula general de reciprocidad.

Como otras organizaciones jerárquicas, la profesión política se sentiría puenteada si su entrega al bien común se complementase con consultas sobre lo que sus electores consideran bien común en cada caso. No obstante, entramos en una organización reticular y no jerárquica del mundo, sin otro centro que distintos nudos, donde orden ya no es sinónimo de mandar u obedecer. Echo de menos, pues, algún partido propiamente democrático, que defienda un programa de consultas al censo y promueva iniciativas suyas, sintiéndose llamado a hacer preguntas antes que decretos. Aunque la explosión en las comunicaciones ha cogido por sorpresa a ciudadanías que se resignaban a un intermediario-albacea, mitigado sólo por periódicos comicios para elegir nuevos intermediarios-albaceas, no pierdo las esperanzas de que dicha sorpresa se convierta en un nuevo cauce de libertad y responsabilidad. Así de ingenuo es uno.

Antonio Escohotado2003
Artículos

domingo, 26 de agosto de 2007

La nueva inteligencia política: sobre "Political Brain" de Drew Western




Recientemente el Dr. Drew Westen publicó su más reciente investigación con el título Political Brain (cerebro político). Westen es experto en psicología política y psicólogo clínico y de personalidad de los departamentos de psiquiatría y de ciencias de la conducta de la Universidad de Emory, en Atlanta.

El autor señala que siempre le llamó la atención que a pesar de que tienen registros de militantes numéricamente superiores y sus valores políticos y postulados económicos son compartidos por más norteamericanos, los demócratas pierden elecciones con más frecuencia que los republicanos. Señaló también que encontró que las elecciones se ganan en el “mercado de la emoción” y no en el de la razón y que cuando emoción y razón combaten, ésta pierde invariablemente.

Esto se debe, dice, a que los republicanos entienden mejor el cerebro político y apelan mejor a la emoción, y que por ello en los últimos 30 años han ganado más ocasiones la presidencia y los presidentes republicanos en funciones se han reelegido con más facilidad, mientras que los demócratas no han entendido que los datos duros por sí mismos no conducen a la victoria.

Political Brain afirma que la concepción moderna de la mecánica de la mente humana no tiene nada que ver con la manera en que funciona efectivamente. El autor y un grupo de neurólogos estudiaron a finales de 2004, en plena campaña presidencial, los procesos cerebrales de militantes partidistas cuando procesan nueva información política, potencialmente incómoda.

El objetivo del experimento era ponerles retos de razonamiento que llevarían a un no militante a una conclusión lógica, pero que orillaría a un militante a enfrentar una antinomia entre la dicha conclusión y su fervor partidista. Se trataba de inducir una disonancia entre evidencia y emoción. La hipótesis era: si datos y deseo chocan, el cerebro político buscaría “razonar” hacia la conclusión deseada.Westen presentó en enero pasado los resultados en la Octava Conferencia Anual de la Sociedad de Psicología Social y de la Personalidad en Memphis, Tennessee, y confirmó que cuando un militante se enfrenta a información política discordante (como francas inconsistencias entre dos discursos de un candidato, o entre lo que dice y hace) trata de obtener conclusiones predeterminadas y emocionales por naturaleza y que en el proceso le da mayor peso a la evidencia confirmatoria y desdeña la contradictoria.

El militante logra todo esto debido a que su cerebro activa una red neuronal que le produce estrés y reacciona disipando esa incomodidad a través, inclusive, de razonamientos incorrectos. Se descubrió además otra peculiaridad: así como se apagaron los circuitos neuronales de las emociones negativas, se encendieron los de las positivas e inclusive los de las sensaciones de recompensa. Las conclusiones de Westen son dos con sus respectivas implicaciones para aquellos que hacen política o la estudian.

Primera, que los candidatos de los partidos grandes, cuando están en campaña, no deberían preocuparse por tratar de atraer a los militantes de otros partidos, sino esforzarse por persuadir para su causa al 10% o 20% de los electores del centro llamados cambiantes (o swichters) y que sumados a su base partidaria tradicional, generalmente de alrededor de 30%, podrían darle la victoria. Segunda, que el cerebro político es un cerebro emocional; que no estamos ante una máquina de cálculo desapasionado que busca objetivamente los hechos y las cifras adecuados para tomar una decisión razonada.

Con estas conclusiones, el autor propone un nuevo tipo de inteligencia: la inteligencia política, con estos componentes: inteligencia emocional, empatía, habilidad para emanar y convocar confort o bienestar, y habilidades para formar coaliciones y administrar jerarquías e inteligencia general.

Ahora bien, la inteligencia política se refiere no sólo a la del electorado, que al parecer evalúa y califica candidatos en siete segundos aún antes de que pronuncien una palabra; sino a la que deberían proyectar los propios candidatos y sus mensajes de campaña, como lo hicieron exitosamente Reagan y Clinton, espléndidos comunicadores de gran inteligencia política y que, además de desbancar a un presidente en funciones, (Carter y Bush padre, respectivamente) lograron reelegirse 4 años después. O sea, a mayor inteligencia política del candidato, mayores posibilidades de que resulte victorioso.

Decía David Hume que la razón es esclava de la emoción y en política electoral el aserto cobra cada día más peso. Los partidos mexicanos deberían empezar a diseñar sus campañas y a seleccionar sus candidatos con otros parámetros; los de la inteligencia política, que por ningún motivo debería ser desestimada debido a que, celebro informar, no estamos ante un descubrimiento menor.A describir los componentes de la inteligencia política y a ofrecerle adicionales reflexiones sobre la nueva centralidad de las ciencias neurológicas en política, dedicaré la segunda parte de este texto mañana domingo.

Baste ahora con transcribir una frase de Political Brain que bien podría ser el núcleo de la obra y la semilla de una nueva percepción política de la manera en que nuestros partidos hacen campaña y seleccionan candidatos: “No podemos cambiar la estructura del cerebro político, que representa millones de años de evolución, pero podemos cambiar la manera en la que le hablamos”.

Continuamos hoy con la inteligencia política que propone Andrew Westen en Political Brain. Esta nueva categoría de inteligencia se suma a una verdadera tendencia global en la materia. Recuerde los célebres libros de Daniel Goleman sobre la inteligencia emocional (1997), sobre la inteligencia social (2006) y la obra pionera: teoría de inteligencias múltiples de Howard Gardner (1993).

Se dice que la inteligencia política tiene varios componentes.

El primero es precisamente el de Goleman: la inteligencia emocional, que en pocas palabras significa la habilidad para manejar bien las emociones; reconocerlas, usarlas y controlarlas adecuadamente en nuestras interacciones sociales cotidianas.

El segundo es la empatía, que es la capacidad de identificación mental y afectiva con alguien y de compartir su estado de ánimo… una especie de facilidad para “leer” a nuestro interlocutor y entender y sentir lo que el de enfrente está sintiendo.

El tercer elemento es la habilidad de concitar bienestar o comodidad. Resulta que el cerebro político detecta fácilmente en el lenguaje corporal del candidato, la comodidad o la ansiedad de éste con la convivencia en general.

Para explicar el cuarto y quinto componentes (habilidades para formar coaliciones y para administrar jerarquías) Westen desmenuza el comportamiento y talento de algunos primates para navegar en sus redes sociales y de poder y que por razones de espacio no podemos abordar en esta ocasión.

El último elemento es lo que los psicólogos llaman inteligencia general, que es la capacidad de resolver problemas, pensar rápidamente y hacer o planear varias cosas a la vez.

Otra de las claves del libro es que los electores deciden su voto así: 80% de la decisión, basados en sus emociones y corazonadas y el 20% restante, con fundamento en los asuntos o temas electorales. Con este conocimiento, los republicanos han diseñado un método de campaña que le habla precisamente a ese 80% emotivo generalmente concitando miedo y odio (¿se acuerda del “peligro para México”?). Los demócratas, al contrario, dirigen sus mensajes políticos al 20% racional y en un divertido juego de palabras, el autor se explaya: los “republicanos gobiernan con fe e intuición pero hacen campaña con la ciencia más avanzada, mientras que los demócratas gobiernan con la ciencia más avanzada pero hacen campaña con fe e intuición”.

La verdad es que si bien Westen podrá ser llamado el pionero de la exploración de estos temas, las “neurociencias” han estado estudiando el cerebro político desde hace tiempo. En abril y agosto de 2004, el New York Times publicó dos reportajes sobre experimentos similares.

En el primero, los conductores sometieron por separado a un demócrata y a un republicano, a pruebas de lectura de resonancia magnética del cerebro. Resultó que es posible que hayan encontrado que el “cerebro demócrata” y el “cerebro republicano” existen como subespecies del cerebro político y que funcionan de manera distinta, ya que frente a imágenes del ataque terrorista del 9/11, se observó en el cerebro del sujeto demócrata mayor actividad en la amígdala, conjunto de neuronas con forma de almendra que se alojan en la base del cerebro y que desarrollan un papel primordial en la memoria y en la emoción; el miedo en este caso particular.

En el segundo reportaje, se recuerda una frase hoy célebre del líder parlamentario republicado Dick Armey: “Los liberales (los demócratas) en mi estimación, simplemente, no son gente brillante”. Sintaxis aparte, la oración, proferida en 2002, causó un escándalo político que luego el legislador quiso disolver aclarando: “los liberales son atraídos por ocupaciones del corazón” mientras que los republicanos favorecen “ocupaciones del cerebro” como la economía o las matemáticas.

Lo curioso de la frase es que despliega un conocimiento aproximado al funcionamiento verdadero de la mente pues en realidad nuestras convicciones de mayor compasión (término ligado al corazón demócrata) están ligadas, como ya se dijo a la amígdala.

Para ir terminando, Shanto Iyengar, director del laboratorio de Comunicación Política de Stanford dijo para el segundo de los reportajes del Times que la metodología usada en los experimentos es prometedora, que la investigación en ciencia política es 90% espuria y que cualquier esfuerzo para aislar las respuestas efectivas del votante o consumidor, ya sean neurológicas, verbales o conductuales, a los estímulos correspondientes, es un paso en la dirección correcta.

En cualquier caso, me parece que los descubrimientos relatados pueden emigrar fácilmente a las áreas de comunicación del gobierno y de la mercadotecnia, que siempre están emparentados con las palabras contienda y campaña. Tome lo siguiente en consideración: un estudio reciente de la Universidad de Arizona encontró que los electores generalmente desarrollan su simpatía por su partido aún antes de contar con un andamiaje de valores políticos específicos.

La emoción manda en campaña, pues. Y ganará la contienda el candidato con mayor inteligencia política. Eso alega Political Brain. Estudiemos a los candidatos y sus campañas con este nuevo enfoque en 2009. Tomemos nota. Platicaremos después.

Sergio J. González Muñoz
sergioj@gonzalezmunoz.comLa Crónica de Hoy
25/08/07